martes, 18 de septiembre de 2007

La inmensidad del tiempo

El tiempo, eterna paradoja nunca se sabe como avanza, pero es una verdad inmutable, que sigue adelante y nunca se para. Nosotros mientras el tiempo transcurre no solemos parar a reflexionar tanto como las circunstancias a veces lo merecen, y de hecho incluso la mayoría de las que si lo hacemos, no hemos aprendido nada de lo que hemos observados. Estamos casi siempre obcecados en una preconcebida idea de lo que está mal y está bien, y al fin y al cabo, somos demasiado pequeños, demasiado insignificantes para darnos cuenta de que lo que está ahora mismo ocurriendo no es algo que se pueda repetir.

Por ello, la propia definición de que el tiempo es infinito, es totalmente cierta, ya que aunque no haya medios para medirlo, sigue transcurriendo lenta, implacablemente. Y no ha lugar a poder manipular, ni siquiera adivinar que nos ha deparado y deparará.

Es algo imposible de manejar a nuestro antojo, y como siempre se ha dicho, este juega en contra nuestra. Vamos envejeciendo con los años, y cuantos más viejos, más incapaces somos de cambiar, y de tratar de enmendar nuestros propios errores.

En suma, esto es solo parte de las bobadas que se me ha ocurrido verter en un papel, y en definitiva, seguro que a muchos les ha ocupado alguna vez el mismo menester.

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